diciembre 20, 2014

Patético romántico...

Acabo de ver una peli y me siento un poco extraño. No fue una ‘gran’ peli, ni excelente ni mala, solo una más que vi, pero pongo en duda la categoría de ‘una más’ de inmediato, porque me siento extraño y lleno de preguntas.

Llevo algunos minutos cuestionándome todo.

La peli era una típica historia adolescente de amor llena de idas y vueltas, dramas amistosos y parentales, líos escolares, rubias, equipos de football y guerra de popularidad, pero hubo algo particular que me dejó dando vueltas varias preguntas. A muchas aún no las puedo responder, y por más que lo intento no lo consigo.

De lo que he podido concluir es que estoy viviendo en una burbuja influenciada por historias que jamás ocurrirán. Soy un estúpido que piensa que cualquiera de estos días va a cruzar su camino con ese ‘alguien especial’ que cambiará mis días y me hará feliz por siempre, cosa que, obviamente, jamás pasará, pero que de la forma más absurda e imbécil me empeño por seguir creyendo.

Darle chances al amor de cuento de hadas no ha sido la mejor opción y pueden gritarme porque me ha llevado poco más de 12 años (resté los de infancia en los que el amor no era importante) en darme cuenta.

Hasta hace dos horas atrás seguía convencido que el amor llegaría feliz haciendo knock knock a mi puerta, o que caminando por la calle cruzaría mi mirada con otra brillante que se fijaría en la mía, o que unos pajaritos cantores me acompañarían por la vida hasta llegar a ese roce de manos que me embobaría y me haría feliz por siempre. Díganme imbécil –se los permito- pero acabo de despertar y aprendí que todo eso solo se queda en los libros y películas como en la que acabo de ver.

Ya comienzo a aceptar la soledad eterna que, aparentemente, estoy destinado a vivir y, según las leyes místicas de la maldición misma de mi madre, es lo que merezco por ser como soy, ya que ‘todo da vueltas y recibimos lo que merecemos por nuestras acciones’.

Ahora, eso último duele, porque creo no ser tan maldito como para merecer una soledad eterna, y tal vez no sea eterna, pero tampoco me gusta la idea de terminar los 20’s sin saber si quiera qué se siente que te den la mano o un abrazo, y ni hablar de un beso.


Me considero un patético romántico –y me avergüenzo un poco de serlo- pero espero estar equivocado y que de verdad algún día Cupido se apiade y cruce mi camino con el de alguien que me haga sentir todas esas cosas que hoy creo imposibles y me haga sentir que me equivoco al creer que solo ocurren en películas mamonas como la que acabo de ver.