abril 30, 2014

Terminando el cuarto de siglo...

A pocas horas de terminar mi primer cuarto de siglo de vida he hecho una pequeña introspección de lo que han significado para mí estos veinticinco años de vida.

Mi infancia solo cabe en una categoría: maravillosa. Fui un niño muy querido, regalón de todo el mundo. Tuve siempre de todo y un gran terreno en la casa para jugar. Nos criamos en familia, a un lado de mi casa estaba mi tío que nos sacaba a pasear y malcriaba, sobre todo a uno de mis hermanos que fue siempre su regalón, y por el otro lado de mi casa estaba la de mi tía, donde creo pasé la mayor parte de aquella etapa. Jugábamos con mi primo todo el día, todos los días. Con mis primas también a medida que fueron creciendo, pero yo siempre fui (y sigo siendo) muy unido a la familia de mi tía, como un hijo más al que aún llevan de paseo en sus vacaciones y al que aconsejan cada vez que lo necesito.  Con mi nonna pasé gran parte de mi infancia también. Me quedaba a dormir en su casa para acompañarla a vender en su negocio, donde me entretenía todo el día creyéndome adulto al estar tras el mesón vendiendo y dando vueltos y boletas.

Mi adolescencia es el polo opuesto a todo lo hermoso de mi infancia. En el colegio siempre fui un buen alumno y nunca tuve quejas de mi comportamiento, exceptuando aquellas por ser muy conversador. Demostré siempre ser una persona feliz y lograba siempre imponerme contra el resto (de forma positiva, claro), pero la verdad es que sufrí bastante. Desde séptimo básico a cuarto medio fui víctima constante de acoso verbal por parte alumnos de mi curso, otros cursos del mismo nivel y de niveles superiores. Era cosa de que me vieran en cualquier parte para que me gritaran cosas. Nunca los enfrenté, pero siempre demostré indiferencia, para que creyeran que no me afectaba y algo resultó, porque con el pasar del tiempo el acoso disminuyó, pero siempre estuvo presente. Por muy fuerte que quisiera parecer todo acababa en mi casa, donde siempre oculté también mi dolor y me encerraba en el baño a llorar casi todos los días, para que nadie me viera y para ocultar lo dañado que me sentía.

Gracias a dios todo cambió cuando entré a la universidad. Otra ciudad, otras personas y más madurez. La felicidad llegaba otra vez. He disfrutado mucho de mi juventud y aprendí mucho también en esta etapa, porque he vivido demasiadas cosas buenas, no tan buenas y malas, pero de todas he aprendido y me han hecho crecer y ser mejor. Aprendí a valorar la amistad y la vida. Ahora trato de vivir cada día como si fuera el último dejando a un lado las preocupaciones. Dejo atrás todo lo malo y veo lo bueno. Descubrí que no sacamos nada con ver las cosas malas y vivir pensando siempre en ellas; no es malo olvidarlas, porque de ellas aprendemos, pero debemos agradecer por aquellas positivas y tratar de construir un camino que también nos lleve a seguir con más eventos positivos que negativos.

Si hoy estoy escribiendo esto es gracias a mi familia, porque ellos han sido el apoyo que he necesitado en momentos difíciles y son los que me dan fuerza para vivir a concho cada día. Mis padres con su amor incondicional que a pesar de todo lo que me ha pasado siempre están ahí para brindarme ayuda y apoyarme en todo. Mis hermanos, no puedo englobar a los dos en lo mismo, porque con cada uno hay una relación diferente; con Luciano, el mayor, es algo extraño, porque si bien somos como agua y aceite destaco lo mucho que ha progresado la relación en el tiempo y que hoy podamos contar el uno con el otro, sobre todo en momentos difíciles. Con Giovanni, en cambio, siempre hemos tenido una relación estrecha, de amigos y confidentes. Él fue quien me ayudó, sin saberlo, en mi etapa más dura en el colegio. Siempre me dio consejos y me apoyó en todo y con sus palabras me motivó a diario sin si quiera darse cuenta de lo mucho que me ayudaba. Hoy es mi gran amigo, sé que en él puedo confiar y que siempre estará ahí, así como yo siempre estaré para cuando él me necesite.

Un punto a parte es mi nonna, porque ella siempre ha sido mi pilar en todo, es la que siempre me apoya y sube el ánimo cuando ando mal. Es mi cable a tierra que me aterriza cuando ando en las nubes. Con ella aprendí muchas cosas de la vida, aprendí a ser mejor persona y a valorar cada oportunidad. Mi nonna es un ejemplo de vida y una persona que admiro, porque enviudó muy joven, con tres hijos pequeños y sin saber nada. Nada. Supo superar toda la adversidad, aprendió cosas que nunca se imaginó lograría saber y sacó a adelante a su familia. Si hoy somos lo que somos, es en gran parte, gracias a ella.


Lo que hoy puedo decir es que llevo una vida plena, ¿he sufrido? Si, pero también he disfrutado mucho. Hay muchos momentos felices que los tristes nunca podrán opacar y espero que todo siga igual y mejor. La verdad es que no lo espero, porque sé que así será, total mi vida es eso, es mía, y depende de lo que yo quiera para que sea siempre a mi pinta. No dejaré que nadie la coloree por mi; seré yo quien tenga el pincel y la pintaré con los colores que más me gustan. =)

abril 27, 2014

Soledad...

Es raro cuando, a pesar de estar siempre acompañado, te sigues sintiendo solo. Más que raro es frustrante, porque no disfrutas de la compañía de los demás y siempre sientes ese vacío que inexplicablemente ellos (los que están a tu lado) no pueden llenar.

Últimamente es así como me siento, vacío, solo, triste y un poco angustiado. No quiero seguir así, porque todo esto que me está pasando está haciendo que me “apague”, está haciendo que mi sonrisa se vaya borrando poco a poco y que de mis ojos salgan cada vez más lágrimas (metafóricamente, porque inexplicablemente no puedo llorar por muchas ganas que tengo). No me gusta. No soy así. No quiero ser así. No quiero sentir pena todo el tiempo. No quiero estar solo.


Cada día me pregunto cómo es posible que sienta todo esto si nunca he estado realmente solo, siempre ha habido gente a mi lado, pero es que de verdad siento que cada vez las personas están más lejos, los amigos siguen con sus vidas y yo no puedo seguir con la mía. ¿Qué pasó? ¿En qué momento el tiempo se detuvo y la felicidad se detuvo con él?

Todos los días son iguales, despierto siempre mirando a mi ventana, apago la alarma en el teléfono, voy a la ducha y en un máximo de una hora estoy en camino al trabajo. Pasan nueve horas en las que me distraigo y entretengo, porque me encanta el trabajo y después vuelvo a casa para tirarme en la cama, avanzar con los libros que tengo pendientes, comer algo con la familia y acostarme para que el otro día sea igual. A veces trato de variar cambiando las rutas de ida y vuelta, pero no ayudan a romper con la monotonía.

A diario me cuestiono por qué sigo solo, por qué no existe en el mundo alguien que se pueda interesar en mi... concluyo que todo es culpa de mi apariencia y mi autoestima se deteriora también con cada conclusión. No soy capaz de culpar al mundo, asumo que todo es asunto mío, pero me duele que a mis 25 años (casi 26) nunca he escuchado un "me gustas" ni he sentido que le soy atractivo a alguien. Jamás me han coqueteado y ni siquiera me han dado un "poke" en facebook jajajja Patético nivel Dios!
Sé también que todo es mi responsabilidad, porque sigo encerrado en mi mundo, pero no me atrevo a salir solo por la vida a conocer gente, no tengo el ánimo ni la personalidad suficiente para hacerlo.

Todo es raro para mi. Nunca me lo había cuestionado hasta hace un par de meses atrás y me odio por haberlo hecho, porque desde ese día que no paro de ofenderme a diario y de debilitar mi sonrisa con análisis que sé que no me llevan a ninguna parte, pero que ya no puedo controlar.

Ahora me hace sentido lo que un "brujo" que entrevisté una vez me dijo: "Estarás siempre, solo. Tendrás lo que quieras siempre, pero nunca alguien a tu lado". No sé si me dolió tanto cuando me lo dijo que creé una fuerza de atracción tan grande a sus palabras que están logrando que sea así o si de verdad el "brujo" es tan bueno con lo suyo.

abril 23, 2014

Las ventajas de leer las ventajas...

Hoy se celebró el día mundial del libro y no puedo dejar de pensar en uno que llegó a mi vida en un momento difícil y que me ayudó tanto que pasó a formar parte de mis favoritos, incluso más porque es el favorito de favoritos.

“Las ventajas de ser invisible” es uno de esos libros que releo y releo y cada vez es diferente, pero siempre “da en el clavo” y me ayuda cuando estoy mal y medio depre. Muchas personas no se dan cuenta de cómo nos sentimos realmente, a veces ni las que te conocen demasiado bien, o al menos a mí me pasa. Debe ser que mi sonrisa sabe ocultar muy bien el dolor.

El punto es que gracias a esta, para mí, obra maestra de Stephen Chbosky siempre me siento mejor y suena un poco extraño porque no es una obra feliz ni de autoayuda, pero es que me identifico tanto con Charlie, el protagonista, que sus reacciones me hacen dar cuenta de lo mal enfocado que estoy muchas veces y los consejos que lo ayudan a él también me han ayudado a superar mis problemas.

Lo maravilloso es que cada vez que lo leo me desligo de la historia y me sorprendo con detalles que antes no llamaron mi atención, porque no lograba conectar con ese episodio de la vida de Charlie y en ese momento llega a mi como un balde de agua fría que me hace despertar.

Cada página tiene una cita rescatable, una lección de vida, un mensaje de ayuda y todo debe ser por su gran dejo de realidad en todo lo que acontece, por esa maravillosa y perfecta forma en que se narra todo. Por dejarnos ser parte de cada uno de los eventos al estar dirigido a un “querido amigo” que perfectamente puede ser cada lector.

“Todavía podemos elegir a dónde vamos. Todavía podemos hacer cosas. Y podemos intentar sentirnos bien con ellas”… creo que esa cita logra sintetizar una de las mayores lecciones que me ha dejado el libro (hasta ahora, porque como dije, siempre me ayuda de formas diferentes). Con ese mensaje me doy cuenta que no debemos dejar que nada ni nadie nos haga creer que todo está acabado o que no somos capaces de dar más, porque la verdad es que cada uno tiene el derecho y el deber de elegir su camino y, por muy difícil que sea, no debemos dejar de luchar, porque siempre lo podemos conseguir. Todo está en nuestras manos no en la de los demás. Debemos aprender a dejar que el resto influencie tanto en nuestro actuar, no dejemos nuestra felicidad de lado por la de los demás. Podemos ser felices y así también los demás serán felices.